miércoles, 22 de octubre de 2008

Game over

La ultima vez que se encontraron todo volvió a ser especial. A pesar de la resistencia mental de David, Ana volvió a seducirlo una vez más. El, tras el vacío encontrado después de todos y cada uno de los encuentros, había hecho acopio de todas sus fuerzas y se había prometido a él mismo que ahí terminaría todo. Se lo había propuesto una vez más.
Ana era una chica un tanto extraña, de la raza que solía hacer perder el norte a David. Se conocían desde hacía meses. Ella era tremendamente reservada, medía sus palabras de una forma exquisita. Ella era de esas personas que dicen mucho más por lo que callan que con sus palabras. No fue así al principio. Su tarjeta de presentación fue distinta, apelando a emociones brutales que removieron los cimientos sentimentales de David. Luego todo fue cambiando. Pero ya no había forma de salir, se encontraba atrapado en la red.
Se habían encontrado muchas veces. Todo siempre funcionaba igual. El esquema era simple. Emociones intensas y bestiales se desataban, deseos contenidos abrían sus alas y emprendían el vuelo hacia espacios infinitos. Ella era el puto centro de gravedad que lo atraía hacia sí y lo hacía perder todo razonamiento lógico. El era el satélite que se escapaba de su órbita para fundirse con el planeta alrededor del cual giraba. No existía sobre la faz de la tierra ningún elemento capaz de crear tanta energía, como la desprendida por esos cuerpos en fusión. En estas sesiones se mezclaban las más dulces palabras con el lenguaje más atroz. El fín era la extenuación. Después, era como si Ana se vaporizase, como si fuese engullida por el más negro de los agujeros, hasta su siguiente aparición. David se sentía descolocado una y otra vez. David gritaba, pero sus gritos no eran oídos. Hulló en muchas ocasiones, intentaba alejarse de ese mundo intangible, pero siempre era descubierto y lobotomizado de nuevo.
David nunca tuvo careta, desde el primer momento expuso su alma, mostró lo que esperaba. Ana en cambio era mas moderada, pero ofrecía el grado justo de atención para no matar las expectativas de David. Ella controlaba toda la historia, ella movía los hilos de esa marioneta con nombre. Crueldad. David se planteaba si ella la practicaba de forma consciente. Tejía su tela con una maestría absoluta, no dejando ningún cabo suelto. Y si los dejaba, tenía sus artes para hacer ver lo contrario. David a veces llegó a creer que dos mas dos eran cinco. Ana dificilmente se alteraba, control y frialdad eran adjetivos que la definían. Al final la mente de David quedaba aturdida llegando a sentir culpabilidad por sus exigencias. Sadismo. Este era el arte practicado por ella. Masoquismo. Esta era la respuesta ofrecida por él.
El último encuentro no fue distinto. Volvió a ser especial. Volvieron a derrumbarse los cimientos reconstruidos por David. Después no hubo sorpresas, Ana volvió a desaparecer. Y David, en intentos de curar su mal herida dignidad, comenzó a apilar los ladrillos de su muro. Nadie sabía si algún día se mantendría en pie.
Ana y David nunca se habían visto.