miércoles, 29 de octubre de 2008

Sucede

Yo viajaba en la parte trasera, conductor y copiloto. En ese habitáculo tan pequeño y concurrido parecía difícil llegar al aislamiento. Mi cabeza estaba aturdida, demasiadas pocas horas de sueño la noche anterior, demasiado alcohol, y demasiados eventos surrealistas pasaban por mi cabeza. Logré sumergirme en mi burbuja, y durante casi dos horas sentí que estaba lo suficientemente sola como para dejar escapar mis pensamientos. A lo lejos escuchaba las notas musicales que emitían los altavoces situados a escasos palmos de mis oídos. Atardecía. El cielo era un maldito cuadro impresionista. El sol resistiéndose a irse, dejando escapar sus potentes últimos rayos antes de morir. Las masas de gotas de agua suspendidas en la atmosfera, creando formas increíbles, formas que me invitaban a aliviar el cansancio retozando sobre ellas. Esponjosas. Blancas. Insultantemente blancas. Casi incandescentes. Habían llegado las primeras nieves, y las montañas estaban empezando a cambiar sus atuendos de verano, por el frio manto blanco. El paisaje destilaba el placer de una orgía de la naturaleza. Siempre me ha gustado viajar en coche y mirar por la ventana.

Así llegamos a la ciudad de la Alhambra. Nada más bajar del coche, el aire frio azotó mi cara, confluyendo en ese momento sensaciones contrastadas. Por un lado un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo y por otro la sensación de libertad que te proporciona el frescor entrando por los ojos, por la nariz, por la boca, por cada uno de los poros. Granada me daba la bienvenida a la nueva estación.

Esta ciudad tiene embrujo, tiene algo demasiado especial. Sus calles, sus plazas, sus rincones, su sutil encanto, su gente. Gente tan anónima y al mismo tiempo tan familiar. Gente que lleva su particular forma de ver y vivir la vida por bandera. Sin joder a nadie más que al que se sienta ofendido ante tal expresión de libertad.

La noche dio paso a la multitud. Todos se agolpaban a las puertas esperando unas cuantas horas de buen rock. Todos pasaban ese tiempo de espera como mejor les venía en gana. La mayoría, grupos de amigos, compartiendo gustos comunes. Yo, adosada a dos, casi, desconocidos amigos. No me importó.

Durante aproximadamente dos horas y media escuché cada una de las frases de esas canciones, que para mí dicen mucho. Canté , grité, bailé. Y así, entre notas musicales, acordes de guitarras, voz potente recitando poesía, di la bienvenida a mi nuevo aniversario.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Game over

La ultima vez que se encontraron todo volvió a ser especial. A pesar de la resistencia mental de David, Ana volvió a seducirlo una vez más. El, tras el vacío encontrado después de todos y cada uno de los encuentros, había hecho acopio de todas sus fuerzas y se había prometido a él mismo que ahí terminaría todo. Se lo había propuesto una vez más.
Ana era una chica un tanto extraña, de la raza que solía hacer perder el norte a David. Se conocían desde hacía meses. Ella era tremendamente reservada, medía sus palabras de una forma exquisita. Ella era de esas personas que dicen mucho más por lo que callan que con sus palabras. No fue así al principio. Su tarjeta de presentación fue distinta, apelando a emociones brutales que removieron los cimientos sentimentales de David. Luego todo fue cambiando. Pero ya no había forma de salir, se encontraba atrapado en la red.
Se habían encontrado muchas veces. Todo siempre funcionaba igual. El esquema era simple. Emociones intensas y bestiales se desataban, deseos contenidos abrían sus alas y emprendían el vuelo hacia espacios infinitos. Ella era el puto centro de gravedad que lo atraía hacia sí y lo hacía perder todo razonamiento lógico. El era el satélite que se escapaba de su órbita para fundirse con el planeta alrededor del cual giraba. No existía sobre la faz de la tierra ningún elemento capaz de crear tanta energía, como la desprendida por esos cuerpos en fusión. En estas sesiones se mezclaban las más dulces palabras con el lenguaje más atroz. El fín era la extenuación. Después, era como si Ana se vaporizase, como si fuese engullida por el más negro de los agujeros, hasta su siguiente aparición. David se sentía descolocado una y otra vez. David gritaba, pero sus gritos no eran oídos. Hulló en muchas ocasiones, intentaba alejarse de ese mundo intangible, pero siempre era descubierto y lobotomizado de nuevo.
David nunca tuvo careta, desde el primer momento expuso su alma, mostró lo que esperaba. Ana en cambio era mas moderada, pero ofrecía el grado justo de atención para no matar las expectativas de David. Ella controlaba toda la historia, ella movía los hilos de esa marioneta con nombre. Crueldad. David se planteaba si ella la practicaba de forma consciente. Tejía su tela con una maestría absoluta, no dejando ningún cabo suelto. Y si los dejaba, tenía sus artes para hacer ver lo contrario. David a veces llegó a creer que dos mas dos eran cinco. Ana dificilmente se alteraba, control y frialdad eran adjetivos que la definían. Al final la mente de David quedaba aturdida llegando a sentir culpabilidad por sus exigencias. Sadismo. Este era el arte practicado por ella. Masoquismo. Esta era la respuesta ofrecida por él.
El último encuentro no fue distinto. Volvió a ser especial. Volvieron a derrumbarse los cimientos reconstruidos por David. Después no hubo sorpresas, Ana volvió a desaparecer. Y David, en intentos de curar su mal herida dignidad, comenzó a apilar los ladrillos de su muro. Nadie sabía si algún día se mantendría en pie.
Ana y David nunca se habían visto.

jueves, 16 de octubre de 2008

La Leyenda de Los Planetas

No existe el término medio, o los adoras o te sale urticaria solo con oir nombrarlos. Lo cierto es que no causan indiferencia antes los oidos ávidos de notas musicales.

Gracias a Radio 3, los que no pudimos estar anoche en el Auditori de Barcelona, pudimos seguir en directo el homenaje realizado por grupos de la escena independiente a los granadinos para conmemorar, sin intervención alguna de los homenajeados, el décimo quinto aniversario de la publicación del "Medusa EP" de los susodichos. Y como era de esperar, críticas para todos los gustos.

Cada uno de los grupos interpretaría dos canciones elegidas por ellos mismos, y rompiendo el hielo Clovis, con uno de los temas estrella de la banda "De viaje". Fue Fino el que se encargó de ponerle voz al tema, mientras Cristina tocaba de espaldas, en homenaje a la tímida May. En el turno de ella "Nunca me entero de nada". Les siguieron Pumuky, con los temas "David y Claudia" y "Que no sea Kang, por favor". En tercer lugar, Manos de Topo, adaptando totalmente a su peculiar estilo los temas "Db" y "Linea 1". Siguió Fantasma 3 con "Segundo Premio". Un anárquico Nacho Vegas, interpretó dos temas exentos de la autoría de Los Planetas, uno de los cuáles era propio, y el otro una versión que en su día interpretó Jota de Nick Drave, "Cielo del Norte". Tachenko fueron los primeros que eligieron tema del ultimo trabajo de los de Granada "Reunión en la cumbre", para seguir con el tema que habla del suicidio de Ian Curtis "Desorden" . Le tocaba turno a sus paisanos, Lori Meyers, con los temas "Vas a verme por la tele" y "Nuevas Sensaciones". Y cerrando el telón, Lagartija Nick, comenzando con el tema que interpreta Antonio Arias con Jota en el single del mismo nombre "Santos que yo te pinte" y siguiendo con "Devuelveme la pasta".

No sé si esto es un producto de marketing, no se la admiración real de cada uno de los grupos hacia el homenajeado, y los intereses que pueden haber en eventos de este tipo, quizás sea nuestra amiga la pasta la mano que movió todo este tinglado, pero me quedo con el recuerdo a toda esa historia musical de 15 años, con las emociones despertadas por cada una de esas canciones que te trasladan tiempo atrás, y con la huella imborrable, como la baba de un caracol, que este grupo ha dejado a lo largo de su trayectoria. Y que continuará.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Empresas incompetentes

Aún, en una sociedad como la nuestra, donde, supuestamente, impera la democracia que se extiende desde las más altas esferas hasta cada uno de los rincones más insolitos del país, nos podemos encontrar con organizaciones, y en este caso me refiero a empresas privadas, donde se fomentan y avivan los principios y bases de la más absoluta de las dictaduras.

Lo que he visto me hace pensar que la empresa funcionará de acuerdo a las corrientes de pensamiento de los que se encuentran en la cúpula. Ellos marcan tendencias. Estos eligen a sus aves rapaces, dándole posiciones en los escalones más altos, primando la similitud en formas de pensar y actuar ante la profesionaldad. La mayoría de las veces no tienen ni que aleccionarlos, puesto que ya van aprendidos. Entre ellos se conocen, se distinguen. Se huelen. La arbitrariedad en la toma de decisiones es la práctica común. Esto provoca toda una cadena de infortunios, y de consecuencias negativas para el buen funcionamiento. La mayoría de las veces no se valora el trabajo del que permanece en la sombra, sino el acto insigne de colocarse la medalla en el lugar justo y en el instante adecuado. Es todo un círculo vicioso. Además, suele ocurrir que este tipo de aves carroñeras son gente incompetente, que no podrían destacar sobre el resto, si no fuese porque van pisando cabezas, porque escalan utilizando una pared humana, hundiéndola. La mayoría de las veces ellos mismos crean el problema, dan la voz de alarma, y al mismo tiempo encuentran la solución. Ahí tienes otra medalla. Sentirse superiores, eso es lo que les hace crecer. Creo que hay demasiados complejos escondidos debajo de todo esto.

El funcionamiento es lamentable. No existe una organización como tal. Las funciones son totalmente difusas. Algunos tienen el derecho, y el deber, de participar en todo. Los de arriba consienten, e incluso portencian, ese intrusismo en cualquier área. Se da poder al más inepto. Y este se encarga de sodomizar al resto.

Los trabajadores de base no son mas que meras unidades productivas, y los de arriba ni siquiera saben en qué invierten su tiempo. No les interesa. La mayoría de ellos no tienen nombre. Y no hablo de empresas con 500 trabajadores. Sirven de herramientas para alimentar egos.

Estamos en una sociedad en la que todo se compra, y por tanto todo se vende. Las personas también. Puros mercernarios.

Y ojo, que no critico a la empresa como tal. Esto no es un crítica al capitalismo. Está claro que son necesarias, que son el motor de las sociedades. Y que están ahí para ganar dinero. No es eso lo que critico. Lo que critico es la mala gestión basada en impulsos facistas.

Y detrás de todo estás tú, que miras con impotencia todo lo que ocurre en torno a ti, sin poder hacer demasiado. Miras como estás envuelto en toda esa mierda que criticas y de la que huyes en tu vida cotidiana. Y tienes que joderte. O pirarte.

I Like

Estar descalza. Mirar por la ventana. La piel salada. Tocar la hierba mojada. Un amanecer sin dormir. Estar sola. Radiohead. Las camisetas a rayas. Un cafe muy caliente cuando hace frio. Pegar la cara a ese cristal tras el que cae la lluvia. Los rayos del sol. La marea baja. Una puesta de sol en el Cabo de San Vicente. Los perros peludos. Un cielo estrellado. Bailar a solas. Cantar con la música bien alta. Ir a un cine antiguo. Las piedras húmedas nocturnas de Santiago de Compostela. Que me llames. El Village Green. Los días sin despertador. Tumbarme en la cama y mirar al techo. La nostalgia. Las sorpresas. Las ciudades con vida. Estar con gente. La luna muy llena y muy gorda. Madrid. Soñar dormida. Los tranvías. Pasear en bici por delante de esa catedral iluminada. Soñar despierta. Requiem por un sueño. Razzmatazz. Caños de Meca. No pensar. Reirme sola. Malasaña. Mi habitación. Sentirme cuidada. Sigur Ros. El Planta Baja. Leerme hasta las etiquetas de los champús. Gaudí. Observarte cuando no me ves. Dormirme mirando las estrellas. La playa cuando atardece. Otra puesta de sol en Zahora. Lisboa. Abstraerme. Que cantes para mi. Una hoguera. Tu pelo casi tapando tus ojos. Las miradas. Las conversaciones que no aburren y no acaban. El cine Albéniz. El humo de esa chimenea. Antony and the Johnsons. Que me digan que me quieren. El hielo derritiéndose. Mirar esas gotas de agua que resbalan. El frio. Un gorro de lana. Sentirme libre. El amor. La música del azar. Perderme en un pueblo aún más perdido. Una foto en blanco y negro. El mar enfadado. Barcelona. La ilusión de las pequeñas cosas. Pensar que para tí soy importante. Mi padre. Mi madre. El posmodernismo. Enseñarte como son las cosas. O hacerte ver como creo yo que funciona. Un bosque de noche. Llorar. Aprender. Escuchar el sonido del agua de ese rio que atraviesa el monte. Mi Alcazaba. El otro bar. Esa película que nadie va a ver. Esa otra que veo desde mi cama tapada hasta las cejas. Un abrazo. Pintar sobre un cristal empañado. Evadirme. Los canales. El bar de Joe. Las calles empedradas. Un baño antes de dormir. Granada. Tocar. Comprar discos. Las historias. Ver a ese grupo en directo. Escribir.

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