martes, 12 de mayo de 2009

La lucha de un gigante


Dos de la tarde, salida del curro. Bajo las escaleras, salgo a la calle. Que bien sienta el aire fresco. Que calor! Un poco aturdida, no ha sido de mis mejores mañanas. Yo y mi mundo. Todo un filón para algún psicoanalista. Pensando en mis acciones surrealistas cuando me escapo de la realidad y la mezclo con mis fantasías, y en consecuencias que no lo son tanto.

Cigarrito de rigor y me monto en el coche. En la radio, la emisora que suelo sintonizar. En el coche más calor aún, y el aire roto. Casi no escucho lo que ponen. Sigo pensando. La voz de ese chico parece familiar, pero ni me paro a escuchar. Enganchan una canción con otra, sin interrupciones. Y eso me llama la atención. Es Antonio Vega. En ese momento pienso, algo ha pasado. Ha muerto.

Llego a casa, escucho la tele, enciendo el pc. Efectivamente, todos los medios se han hecho eco de la noticia. Y ese personaje flaquito, lleno de fragilidad, gran compositor e interprete, ese muchachito que hace casi treinta años le cantaba a la chica de ayer, nos dejaba, ese que marcó una etapa musical en nuestras vidas, nos decía adiós. Tristeza.

Luego te encuentras a los que dicen que no es motivo de pena, a los que piensan que es lo merecido para quienes llevan una vida de excesos, a los que opinan que una trayectoria así es una ofensa a la vida. Y yo les digo, que cada cual es libre de decidir como quiere vivir la suya. Que a veces, ni siquiera depende de una elección. Que por cada cabeza pasan miles de cosas que los demás no aciertan ni siquiera a imaginar. Pero sobre todo les digo que no juzgo a un artista por los vaivenes de su vida, sino por su obra y por lo ésta proyecta dentro de mí.

Este es mi pequeño homenaje para el tipo que tantas veces me ha hecho sentir viva.
Adiós Antonio, me quedo con tu voz.