domingo, 16 de noviembre de 2008

Cronica de una muerte anunciada


Desde que llegó a la oficina ese viernes le resultó distinto a otros muchos que había pasado allí. La semana laboral había sido totalmente atípica tras su dos días intermedios de vacaciones. Ese viernes tenía tintes de lunes, la sensación tras dos días de descanso era que empezaba una nueva semana, pero al pensar en lo que realmente significaba ese día, se daba cuenta de que sólo después de pasadas unas cuántas horas, menos de las habituales, debido a la jornada reducida de los viernes, volvería a ser libre un par de días más. Pensar en ello y hacerse consciente de la realidad por una vez resultaba positivo.

Pero las sensaciones que tenía no se debían simplemente a una alteración de la rutina, ese viernes iba a ocurrir algo.

Su empresa, desde hacía meses, no pasaba por buenos momentos. La crisis que afectaba a la gran mayoría, también había aterrizado en ella. Y si unimos la mella económica producida en sus grandes arcas por el descenso de las ventas con la actitud de los grandes dirigentes sobre la cabeza de los cúales tan sólo planeaba la idea de salvar sus culos, el resultado era lo que allí se estaba viviendo desde hacía un tiempo. Recortes de gastos que afectaban en primera instancia al personal. La plantilla se había visto drásticamente reducida en un periodo de tiempo relativamente corto. Evidentemente la actividad se había reducido, pero la gran incógnita era si esa disminución era inversamente proporcional al número de cabezas cortadas. El sabía la respuesta. El sabía que era una estrategía más, en la que su empresa, como otras muchas del país, "utilizaba" esa crisis como base y fundamento de sus actuaciones. El pensaba que había que ser muy hijo de puta para realizar una serie de acciones coartadas por motivos que en la realidad sí que estaban jodidendo a muchos, a los pequeños, a los que llevaban meses y meses sin percibir ingresos, a los que seguían currando porque más vale tener la esperanza de que algún día los que deben saldarán sus deudas que el no tener expectativa alguna de nada, a los ahogados por las hipotecas, a los que la miseria estaba devorando de manera inversa a lo que ellos podían llevarse a sus bocas.

Pero ese día ocurriría algo. A él ya le habían hablado mil veces de que su puesto de trabajo desaparecería. A simple vista no tenía sentido que existiese un departamento de personal en una empresa que reducía a pasos agigantados el número de empleados. Y si otros muchos habían caido, no había nada de especial que le hiciese pensar que se salvaría de la quema. Él había pensado infinidad de veces en el momento en el que llegase esa situación. Había pensado infinidad de veces en las alternativas que se abrían a su paso en el momento de ser libre. Había divagado sobre las distintas posibilidades de vida que se ponían delante de sus ojos a partir del mismo instante en que firmase su carta de despido. Había tenido tiempo para asimilarlo y digerirlo todo. En determinados momentos, respirando el olor a mierda permanente y creciente que allí reinaba, incluso había ansiado que llegase ese momento.

Ese viernes enrarecido, le comunicaron que en una semana debería abandonar su puesto de trabajo.

Y en ese momento, y a pesar de ser la crónica de una muerte anunciada, y a pesar de haber deseado que pasase, y a pesar de estar ahogado por la imbecilidad respirada durante años en esa jauría de lobos, en ese momento, sintío vértigo. "El vértigo es algo diferente del miedo a la caida. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados"

No conocía lo que era no trabajar, desde antes de terminar sus estudios y día tras día desde hacía mas de diez años, había acudido a su puesto de trabajo. Primero a uno, después al otro. No tenía claro cual iba a ser su futuro, había una extraño morbo en todo el asunto que al mismo tiempo que le asustaba le atraía.

Ese viernes finalmente tuvo el tinte amargo de cualquier lunes, pero también la sensación esperanzadora de la antesala de un fin de semana cualquiera.

2 comentarios:

fag dijo...

er... imagino que por el momento, aunque bien podría ser la otra opción que dices, jej

un beso

Anónimo dijo...

Ya sabes que no soy muy hábil en el manejo de las palabras a estas horas del día y sin ninguna sustancia alcohólica en mi sangre. También sabes que mi colección de discos y películas están a tu disposición.Uno de mis sofás siempre está libre.Quizás ha llegado tu momento de saltar sin impulso, de correr sin peirnas y de volar sin alas...besítos y abrazos