viernes, 12 de diciembre de 2008

El castigo


Le supliqué que volviese. No podía soportar la idea del abandono. En el momento en el que desapareció se apoderó de mí una enorme angustia. Es la misma sensación que sientes cuando caes al vacío, e intentas encontrar desesperadamente algo que frene la caida o al menos que la ralentize y amortigue el golpe. Sientes miedo. Era mi castigo. Me había portado mal y él había actuado en consecuencia. Ahora estaba expresando como me sentía. El se desentendía de todo. Su principal máxima era no ser culpable de ningún mal ajeno. Lo que tienes te lo has buscado. Lo que te pasa solamente depende de tí. Lo que sientes es tuyo, y a mí no me vengas con historias porque yo no tengo nada que ver. Su conciencia tranquila. La mía aniquilada. Mi alma congelada y destrozada en mil pedazos que se clavaban como agujas de budú.

La desesperación se apodera de las personas. El amor propio desaparece entre palabras de súplica. La angustia se instala en tu cabeza, y no te deja pensar, no te deja actuar, no te deja reir, no te deja vivir.
Mi pecado, haber dicho algo fuera de lugar en un sitio inadecuado. A partir de ahí la tortura. Siempre tan frío, tan racional, ni una palabra mas alta que otra. Hiriéndome con la indiferencia. Todo tan desproporcionado.

Fueron días de profunda tristeza, de vacío. Días de nubes negras. Días de mucha gente a tu alrededor y de sentirte sola. Días de burbuja. De vacío que me hacía recalar más y más en el oscuro agujero de la falta de orgullo. A toda costa necesitaba ser vista. Con todos los medios a mi alcance intenté llamar su atención. Expresaba eso que en estas ocasiones tienes que tragar. Reventaba si me callaba. Era puro instinto de supervivencia.

Y volvió. Y aunque sabía que su vuelta no serviría de nada, en ese momento me reconfortó. Ahuyentó fantasmas. Desapareció el miedo. Se palió la angustia. Llegó. Pocas palabras. No había que hablar del tema. Nos quisimos, nos amamos, y se fue por el mismo lugar por el que entró. Después nada más se supo.

Y te planteas si la vuelta y posterior desaparación era parte del castigo. Y te planteas hasta donde es capar llegar el sadismo humano. Y te planteas como pueden ser tan dispares las palabras y los hechos.
Y eres consciente de todo. Eres consciente del maltrato a la mente, del maltrato al alma, del maltrato al corazón.
Y te preguntas hasta cuando. Y sigues adelante. Y aprendes.

1 comentario:

Southmac dijo...

Amiga, nada más intrínsecamente sádico que las relaciones humanas, sean del tipo que sean.