viernes, 23 de enero de 2009

The Wall

Detrás de la gran muralla hay un paisaje precioso. Alguna vez, en muy pocas ocasiones, has logrado escalarla, has podido asomarte sobre ella y lo has visto. Ha sido increíble. Has quedado cegado por tanta belleza. Ha durado muy poco. Te has caído. Te has esforzado mucho por llegar hasta ahí y has caído.

Luchas, intentas, vuelves a intentar, escalas, te enfadas, te calmas, peleas, te vuelves a enfadar, te vuelves a calmar, buscas otro camino, te pierdes de nuevo. Ya no solo intentas escalarla, sino derribarla. Pasa el tiempo, miras hacia atrás. Ni siquiera evalúas los esfuerzos. Ni siquiera utilizas la balanza de la compensación. Sabes que no te compensaría. No quieres saberlo. Y un día te das cuenta que tu pequeño cincel es demasiado pequeño para derribar esa gran muralla. Un día te das cuentas de que te fallan las fuerzas para intentar escalarla de nuevo. Que ni siquiera depende de las fuerzas que emplees. Que no depende del tiempo invertido. Que la muralla se reconstruye a sí misma y que jamás podrá ser traspasada. No depende de tí.

Y en ese momento de consciencia sientes la nada. El vacío. Pasan los momento duros para dar paso a la desidia. La linea que no late. Esa que dentro de una maquinita te dice que has muerto.

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